Sin duda alguna, una de las más bellas localidades del Norte de España. Villa marinera por excelencia, Cudillero ha sabido explotar además todos sus encantos turísticos, que son muchos. Para tener una visión perfecta de su pintoresco casco urbano, tienes que llegar por el puerto. Al acercarte a la plaza de la Marina te quedarás fascinado con los colores rojos, azules y verdes de las fachadas, apiñadas unas encima de las otras formando una postal.
El paseo por el pueblo necesita de empuje, pues subir por sus empinadas cuestas para coronar sus miradores te dejará sin aliento. Pero el esfuerzo merece la pena. Desde el mirador de la Garita de la Atalaya se disfruta de la estampa del faro y los puertos, el viejo y el nuevo. Y para finalizar el paseo, que mejor que hacerlo en una de sus terrazas degustando un buen culín de sidra acompañado de algún plato típico.
Pero por si esto fuera poco, Cudillero tiene la suerte de contar con una playa espectacular. Es el Gavieuru, o playa del Silencio. El nombre se lo ha cecido un casa que se encuentra al lado, en lo alto de la colina, en un sitio envidiable. Pero le viene que ni pintado, porque este rincón invita a la tranquilidad más placentera. Es una concha cerrada por la enorme pared del acantilado y enfrente hay islitas rocosas y la Peña Cogolla, llena de fábulas de corsarios y tesoros. Allí podrás contemplar una de las más bellas puestas de sol que te puedas imaginar, y que nada tienen que envidiar a las que se puedan vivir en cualquier otro rincón del mundo.
El paseo por el pueblo necesita de empuje, pues subir por sus empinadas cuestas para coronar sus miradores te dejará sin aliento. Pero el esfuerzo merece la pena. Desde el mirador de la Garita de la Atalaya se disfruta de la estampa del faro y los puertos, el viejo y el nuevo. Y para finalizar el paseo, que mejor que hacerlo en una de sus terrazas degustando un buen culín de sidra acompañado de algún plato típico.
Pero por si esto fuera poco, Cudillero tiene la suerte de contar con una playa espectacular. Es el Gavieuru, o playa del Silencio. El nombre se lo ha cecido un casa que se encuentra al lado, en lo alto de la colina, en un sitio envidiable. Pero le viene que ni pintado, porque este rincón invita a la tranquilidad más placentera. Es una concha cerrada por la enorme pared del acantilado y enfrente hay islitas rocosas y la Peña Cogolla, llena de fábulas de corsarios y tesoros. Allí podrás contemplar una de las más bellas puestas de sol que te puedas imaginar, y que nada tienen que envidiar a las que se puedan vivir en cualquier otro rincón del mundo.
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